Detlef Kappeler

Barcelona

En 1994, Kappeler llega a Barcelona como parte de una exposición itinerante que presenta sus trabajos más recientes en la Galería Gaspar.

Inauguración de la exposición de los trabajos de Detlef Kappeler en la Sala Gaspar de Barcelona.
Daniel Geralt-Miracle y Kappeler, en la inauguración de la exposición Auf der Suche en la Galería Gaspar, 1994.

Enamorado de la vitalidad y multiculturalidad de la ciudad, decide establecerse en el Carrer de la Princesa, en pleno corazón de Ciutat Vella. Será aquí donde se realizan los ciclos como “Raum” o “Diskrepanzen.” 

Durante estos años, continúa su labor como catedrático en Hannover y mantiene su estudio en Butjadingen (en el Mar del Norte). Es por ello que se dice que este período marca una nueva etapa en su carrera, caracterizada por la movilidad entre culturas: las temáticas de sus piezas se vuelven cada vez más universales, centrándose principalmente en la existencia humana.

En sus trabajos sobre Barcelona, no se queda en la superficie visible: Kappeler mira más allá de lo evidente, traduciendo e interpretando lo que no se podía captar a simple vista.

Aparentemente sencillos, sus trabajos son como instantes premonitorios capturados por el artista.

Ewald Gäßler compara las piezas creadas durante esta etapa con las «pinturas negras» de Goya, ya que seguían el mismo principio: donde hay luz, también hay sombra.

En sus bocetos, Kappeler ve la bestialidad y las pasiones humanas, logrando plasmar en papel las contradicciones de la existencia.

Las criaturas y objetos retratados revelan una nueva dimensión, percibida solo por la mirada del artista. Las sombras se insinúan en las calles, en los bares e incluso en el edificio que más le inspiraba: la iglesia gótica de Santa María del Mar.

Con destreza y precisión, dibuja las líneas arquitectónicas, combinándolas con figuras de seres fantasmales. Estos grabados tardíos, según Gäßler, se encuentran en algún punto entre la construcción y la deconstrucción.

El ojo de Kappeler no se limita a lo superficial: las personas que visitaban la iglesia quedan expuestas a su mirada. Las atraviesa, traduciendo sus emociones y conectándolas con el lugar sagrado.

Kappeler no solo transfería y grababa sus dibujos y bocetos en placas de zinc, trabajadas con herramientas rudimentarias, sino que lograba unir formas, emociones, arquitectura y ser, avanzando hacia un lenguaje abstracto y alejándose casi por completo de los edificios reales. El resultado era una estructura pictórica sólida que escapaba cada vez más de la simple reproducción de situaciones espaciales, asemejándose a formas abiertas cargadas de emociones.

Siguiendo las palabras de Gäßler, podemos destacar la habilidad de Kappeler para condensar y capturar discrepancias y tensiones que se desarrollaban ante sus ojos en breves momentos de la existencia. En las profundidades del espacio, distinguimos las figuras de las pasiones humanas, locuras y extravagancias, que pedían piedad y, al mismo tiempo, aterrorizaban. Sus trabajos se asemejaban a pesadillas, revelando discrepancias y concentraciones que creaban imágenes que reproducían un impulso salvaje por vivir, constantemente amenazado por la muerte y el miedo.

© 2024 Detlef Kappeler

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