EL MAR DE HIELO
Intenté apartarme de la representación de la esperanza como mera paisaje de vacaciones que pretende llegar a la reconciliación. La relación entre el ser humano y la naturaleza, y entre la naturaleza y el ser humano, solo podrá cambiar de forma cualitativa reconociendo y haciendo visibles las contradicciones.
Detlef Kappeler, 1980.
Bloques de hielo amontonados unos sobre otros: consecuencia de una revolución fracasada o de una simple aventura turística, poco me importan las interpretaciones [del cuadro de Friedrich] que ha hecho la historia del arte.
Es la experiencia vivida, congelada por el cuadro, que me gustaría poner de nuevo en funcionamiento: el hielo se derrite y las inquietudes y las desgracias se vuelven visibles.
Atentados, ayer Stettin, hoy Líbano… xenofobia, alambradas de Brokdorf, alambre de espino hecho por la OTAN, fosas abiertas que hacen pensar en fosas comunes.
¿Existe aún esperanza? La historia es movimiento […] La esperanza es la otra forma de sociedad, de una sociedad futura liberada del miedo.
Detlef Kappeler, 1983.
El ciclo toma como referencia el conocido cuadro de Friedrich, donde se muestra la fuerza humana derrotada por la grandeza y superioridad de la naturaleza, aludiendo a un estado de fracaso final causado por el hielo, lo que para muchos constituye la experiencia de lo sublime.
El Mar de Hielo de Kappeler también juega con esta experiencia, pero dirige la mirada al tema del dominio del ser humano sobre la naturaleza y su destrucción como consecuencia del progreso técnico. En lugar de mostrar la superioridad de la naturaleza, enseña su fragilidad, provocada por la intervención humana, y las posibles consecuencias de esto.
Agresores y víctimas corren juntos el riesgo de ser aplastados: la naturaleza violada se vuelve violenta.
Algunos críticos vieron en su ciclo una descripción del fracaso de la revolución del 68, pero Syring apunta que, con la figura del niño que emerge del cuadro soñando con algo «aún no conocido», se hace referencia a la idea de la esperanza como principio y a la idea del «aún-no», en el sentido de Bloch, lo que puede llevar el significado de algo que todavía no es, pero que es esperado, dando énfasis a una presencia o realidad futura; o algo que aún no es, dando énfasis en una ausencia o una carencia en el presente.
Lo que para Friedrich es tragedia, en Kapeller encuentra esperanza: el roce de las placas de hielo simboliza para él confrontación viva y continuada, la experiencia negativa se transforma en resistencia.
Otro concepto a tener en cuenta es, de nuevo, la no-contemporaneidad o «Ungleichzeitigkeit», que según Schmidt, se aplica al paisaje: el paisaje como representante de la naturaleza en su conjunto supera constantemente la estructura histórica y social, ya que incluso en una región altamente industrializada podemos encontrar lugares de tranquilidad rural que parecen creados por la propia naturaleza (siempre es no-contemporánea la naturaleza que no se encuentra modificada por la mano del hombre).
En definitiva, lo que mueve al artista es la difícil relación entre utopía y crítica.
El filósofo encuentra tres ideas centrales detrás de los cuadros de este ciclo: la transformación de lo sublime, la crítica a la pintura de paisaje tradicional y la mediación de la pintura de paisaje con la historia de su creador, ya que, para él, la pintura de paisaje, aislada en su propia disciplina, conduce a una contradicción que solo comienza a disolverse en la confrontación con la historia humana:
En el ciclo del Mar de Hielo, la no-contemporaneidad es la de la naturaleza. El paisaje, representante de la naturaleza, nunca deja de invadir las estructuras históricas de la sociedad, y esta nunca deja de ser reconquistada por la naturaleza. Justo en medio del Ruhr [zona industrial en Alemania] hay lugares de tranquilidad bucólica que parecen salidos de la propia naturaleza.
Schmidt/ Raulet, 1983.